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Cuento

El cumple de la Yaya

Sucedió un día que en la casa de la familia Gutiérrez a papá se le olvidó el cumpleaños de la abuela.., el resto de la familia confiaba en que como siempre, fuese él quien se acordase y organizase los regalos, la fiesta… Así que a todos se les paso por alto de tan importante fecha. ¡QUÉ DESASTRE! De pronto, a las cuatro de la tarde cuando la yaya salía por la puerta para ir a su clase de informática, papá se lleva las manos a la cabeza y se pone a gritar por toda la casa ¡Mecachis! ¡Repámpanos! ¡Que hoy es el cumple de la yaya! Toda la familia Gutiérrez, que afortunadamente se encontraba en casa, se queda con la boca abierta como si fuesen sardinas cogiendo aire y empiezan a arrugarse de tristeza pensando en cómo se sentiría la abuela si al llegar a casa se encontraba con que se habían olvidado de su cumple.

A papá casi se le saltaban las lágrimas al ver al reloj y darse cuenta que faltaban escasas tres horas para que la yaya volviese a casa. Al ver que su papá no reaccionaba, Liliana, la hermana mayor se puso a gritar ¡REUNIÓN FAMILIAR! ¡REUNIÓN FAMILIAR! Y en pocos minutos estaban todos sentados en la mesa.

Liliana tomó el mando de la reunión, y dijo mirando fijamente a cada uno de los que ahí se encontraban sentados: «La única forma de preparar algo para la abuela antes de que llegue será participando todos y todas, así que ¡arreando que es gerundio!-¡Lian!- Dijo mirando al hermano menor que la miraba con sus tímidos ojitos rasgados-¡Tú encárgate de preparar unos juegos e inflar unos globos!

-Vale…- acertó a murmurar Lian (cuando Liliana se ponía en plan mandón imponía un poco)

¡Genial!- dijo Liliana- y tú Salome… -Y yo..,- le dijo Salome- te quería recordar Liliana que para participar todos tenemos que decir también nuestras ideas, está muy bien que organices pero estás un poquito mandona, bueno yo puedo limpiar el salón y llamar a las amigas de la yaya por teléfono para invitarles.

-Tienes razón Salome- respondió Liliana- es que estoy muy nerviosa ¿qué quieres hacer tú Ica?- continuo Liliana mirando a su otra hermana a la que llamaban así de toda la vida, tanto era así que hasta se habían olvidado cual era su verdadero nombre.

¡No me llamo Ica me llamo Iris! y voy a hacer una tarta de fresas con queso que acabo de aprender a hacer- exclamó Iris.

Por cierto- dijo Lian (que ya se le había pasado el susto y se atrevió a dar una idea)- habría que comprar las velas son 73 años los que cumple ¿no? – Pues tienes razón- dijo el papá que había pasado de poner cara de pez a la borrego felíz- yo voy a comprar las velas, a recoger a las amigas de la yaya y a comprar un regalo para ella de parte de todos ¿vale?

Pero… ¿Qué le compró?- preguntó y todos exclamaron al mismo tiempo: – ¡Una crema hidratante para la cara y unas medias de colores! Bueno si os parece- dijo una Liliana mucho más relajada- yo ayudaré a preparar las bebidas y poner cosas de comer en la mesa.

¿Queréis que además le canté una Jota? ¡NNNNNN00000000!!!!!!!!!!!!!!- gritaron todos a la vez- mejor una de Amaral que es más marchosa.

Tres horas después y poco antes de que llegara la abuela, se dieron cuenta de que seguro que iba a salir muy bien la fiesta y sonrieron al pensar que por primera vez habían participado todos en preparar el cumpleaños de la yaya.

Efectivamente, al final la fiesta fue un éxito, la abuela se lo pasó en grande, todos se divirtieron y cuando se iban a despedirse para ir a dormir Lían preguntó:

-¿Y quién recoge esto?

El día más largo del año terminó con la limpieza de la casa, una barrio el salón, otra recogió la mesa, otro recogido los adornos… y papá lavo los platos. La única que no recogió fue la abuela que con sus nuevas medias de colores se fue de marcha con sus amigotas. Y desde ese día cada vez que es el cumple de la abuela, nadie se olvida de la fecha, ni de participar en todo, todo.

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